Antes de despegar un avión la tripulación, o a través de un vídeo, dan instrucciones de seguridad relacionadas con el vuelo. Una de ellas hace referencia a la incidencia por la despresurización en la que habría una pérdida de oxígeno con lo que los pasajeros deben colocarse las mascarillas para poder seguir respirando. Y dan una muy clara indicación: primero debemos ponernos la nuestra y luego ayudar a otras personas.
Evidentemente si no puedo seguir respirando no voy a poder ayudar a los demás. Pues lo mismo ocurre en nuestras vidas. Nos han vendido la falsa idea, que es prácticamente una extendida creencia, que el sentido de nuestras vidas está en ayudar a los demás, cuando en realidad, según mi opinión, el sentido de nuestras vidas es ir apartando todas y cada una de las capas que le hemos puesto al Amor, que es nuestra esencia.
Si mi pensamiento sigue los dictados del ego, como suele ocurrir muy a menudo, la ayuda que brinde a las demás personas estará guiada por el ego con lo que les daré falso amor: “tomaré buena nota de eso que he hecho por ti, por si algún día necesito algo y me tienes que devolver el favor”. Esto es comerciar con el amor condicional. O bien, “he hecho eso por ti para demostrarme a mí mismo lo bueno que soy y así acumulo bonus para cuando al morir me saquen la cuenta de mis obras”.
Cuando aconsejo a alguien desde el ego, en realidad estoy proyectando en esa persona mis miedos y necesidades. Fijaros que muchas veces cuando alguien, con su mejor intención, te da un consejo realmente está verbalizando el consejo que quiere darse a sí mismo.
Estamos en un mundo de miedo, sufrimiento y muerte, en el mundo del ego. Por eso lo importante, antes de intentar abordar la titánica, absurda, e imposible misión de arreglar o mejorar el mundo, tengo que mejorar mi condición interna. En la medida en que recorra mi camino interior trascendiendo el ego y eliminando la culpa inconsciente iré despejando los obstáculos que le pongo al Amor y estaré más en paz. Este es para mí el camino de salida del laberinto onírico en el que creemos estar, el fin de la rueda de Samsara de encarnación y reencarnación.
Y conforme vaya trascendiendo el ego, cuando me ponga la mascarilla de oxígeno según la metáfora del avión, podré ayudar a los demás desde el Amor incondicional. Les ayudaré porque será natural para mí extender el Amor que en esencia soy.
Si en mi día a día veo a una persona que sufre y la puedo ayudar, la ayudaré. Muchas veces basta con esbozar una sonrisa, un gesto amable, o bien, tener un pensamiento amoroso de unidad con el que sufre. Otro asunto es enfocarme en ayudar a los demás como objetivo principal de mi vida ya que me olvidaré de mí mismo.
Minuto que pase en esta vida en el que no avance en mi camino interior es minuto perdido.
Evidentemente si no puedo seguir respirando no voy a poder ayudar a los demás. Pues lo mismo ocurre en nuestras vidas. Nos han vendido la falsa idea, que es prácticamente una extendida creencia, que el sentido de nuestras vidas está en ayudar a los demás, cuando en realidad, según mi opinión, el sentido de nuestras vidas es ir apartando todas y cada una de las capas que le hemos puesto al Amor, que es nuestra esencia.
Si mi pensamiento sigue los dictados del ego, como suele ocurrir muy a menudo, la ayuda que brinde a las demás personas estará guiada por el ego con lo que les daré falso amor: “tomaré buena nota de eso que he hecho por ti, por si algún día necesito algo y me tienes que devolver el favor”. Esto es comerciar con el amor condicional. O bien, “he hecho eso por ti para demostrarme a mí mismo lo bueno que soy y así acumulo bonus para cuando al morir me saquen la cuenta de mis obras”.
Cuando aconsejo a alguien desde el ego, en realidad estoy proyectando en esa persona mis miedos y necesidades. Fijaros que muchas veces cuando alguien, con su mejor intención, te da un consejo realmente está verbalizando el consejo que quiere darse a sí mismo.
Estamos en un mundo de miedo, sufrimiento y muerte, en el mundo del ego. Por eso lo importante, antes de intentar abordar la titánica, absurda, e imposible misión de arreglar o mejorar el mundo, tengo que mejorar mi condición interna. En la medida en que recorra mi camino interior trascendiendo el ego y eliminando la culpa inconsciente iré despejando los obstáculos que le pongo al Amor y estaré más en paz. Este es para mí el camino de salida del laberinto onírico en el que creemos estar, el fin de la rueda de Samsara de encarnación y reencarnación.
Y conforme vaya trascendiendo el ego, cuando me ponga la mascarilla de oxígeno según la metáfora del avión, podré ayudar a los demás desde el Amor incondicional. Les ayudaré porque será natural para mí extender el Amor que en esencia soy.
Si en mi día a día veo a una persona que sufre y la puedo ayudar, la ayudaré. Muchas veces basta con esbozar una sonrisa, un gesto amable, o bien, tener un pensamiento amoroso de unidad con el que sufre. Otro asunto es enfocarme en ayudar a los demás como objetivo principal de mi vida ya que me olvidaré de mí mismo.
Minuto que pase en esta vida en el que no avance en mi camino interior es minuto perdido.
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