Comparto con vosotros un artículo de Emma García publicado en su blog coachemmagarcia.wordpress.com
Si algo es permanente en la vida es el cambio. En nuestra infancia y adolescencia el cambio es recibido como algo natural y deseado. Incluso en los primeros años de nuestra vida adulta nos aventuramos a cambiar con naturalidad y flexibilidad (de casa, de amigos, de ciudad o de país, de estudios o de trabajo, de aspecto, de pareja…)
Pero llega un momento en nuestra historia personal, quizás por agotamiento, que nuestra capacidad de adaptación empieza a mermar, de forma inversamente proporcional a nuestro apego, que cada día es más fuerte hacia los bienes materiales, las costumbres y rutinas, o el bienestar adquirido.
Entonces queremos agarrar el pasado aferrándonos a aquello que perdimos, bien sea algún ser querido o un sueño roto, porque desapareció o lo dejamos partir…
Entonces queremos agarrar el pasado aferrándonos a aquello que perdimos, bien sea algún ser querido o un sueño roto, porque desapareció o lo dejamos partir…
A veces esa terquedad que nos dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, nos impide aceptar el presente como simple y pura evolución. Otras veces ocurre que nuestro anclaje es debido a la necesidad de remediar errores cometidos, consciente o inconscientemente, o elecciones equivocadas que nos trajeron a una situación no buscada ni deseada.
Resulta que habíamos imaginado nuestra vida diferente, nuestros sueños eran otros, y por ello entramos en lucha con nuestro presente, simplemente porque no responde a nuestros moldes preconcebidos, porque no cumple con nuestras expectativas.
Resulta que habíamos imaginado nuestra vida diferente, nuestros sueños eran otros, y por ello entramos en lucha con nuestro presente, simplemente porque no responde a nuestros moldes preconcebidos, porque no cumple con nuestras expectativas.
¿Y qué es lo que ha pasado? Quizás no importa, porque en el fondo las causas son irrelevantes hoy. Lo que sí es relevante y prioritario es vencer las barreras que nos impiden seguir avanzando. Barreras construidas sobre la rigidez, la intransigencia y la falta de aceptación.
Lo que es necesario hoy es reciclar nuestros fallos para convertirlos en aprendizajes y experiencias que nos sirvan para afrontar nuevos retos. No importa la naturaleza del cambio al que nos estemos enfrentando, si personal, profesional o espiritual, o una combinación de todo, ya que nos está dando la oportunidad de construir nuestro futuro.
Sin riesgo no hay acierto.
Debemos movilizarnos de nuestra zona cómoda para vencer nuestros miedos y resistencias, a favor de aceptar nuestra vida. Independientemente de las circunstancias desfavorables a las que nos estemos enfrentando, como no podemos hacer nada ya para cambiar las situaciones que nos han llevado a donde estamos, intentemos al menos actuar hoy sobre aquello que podemos influir y que determinará gran parte de nuestro mañana.
Si nos resistimos a cambiar, habrá fuerzas que nos desequilibrarán y nos llevarán a la deriva.
Si fluimos con la vida, protagonizando nuestro cambio, marcando nuestro rumbo, nos convertimos en responsables de nuestro destino.
¿Asusta?
La vida es como un barco de vela nos da oportunidades para cambiar el rumbo.
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