Comparto con vosotros fragmentos del reportaje de Borja Vilaseca publicado en El País Semanal:
La palabra “crisis” comparte la misma raíz etimológica que “crisálida”, la cual alude a la “metamorfosis” y a la “transformación”.
El cambio y la reinvención han dejado de ser una opción; se han convertido en una necesidad para poder adaptarnos y prosperar en la nueva realidad personal, social, política, laboral y económica emergente. Lo que está en juego es nuestra capacidad de evolucionar como individuos y como sociedad.
No hay nada que dure para siempre.
El mayor freno para cambiar es el temor a soltar lo que creemos que tenemos. En eso consiste precisamente salir de nuestra zona de comodidad. Algunos lo llaman “dar un salto al vacío”.
Tememos salirnos de la corriente y seguir nuestro propio camino. Tememos equivocarnos, fracasar y hacer el ridículo. Y tememos lo que la gente de nuestro entorno pueda pensar de nosotros.
Está todo por hacer. Todo por reinventarse.
Es hora de que mueran nuestras viejas creencias para permitir que nazcan las nuevas que están por venir. De ahí la importancia de cuestionarnos a nosotros mismos, cuestionando un sistema de creencias que dábamos por inamovible y completamente cierto.
En el fondo, es una invitación para hacer una pausa y reflexionar acerca del rumbo que está tomando nuestra existencia. Y a poder ser, decidir sabiamente el siguiente paso que hemos de dar para seguir evolucionando como especie y prosperando como civilización.
Toda crisis requiere que la afrontemos con honestidad y humildad. Por más que le duela al ego, hemos de mirarnos en el espejo y ser autocríticos.
Si no aprendemos de nuestros errores, tarde o temprano volveremos a cometerlos. La crisis seguirá latente en nosotros. Y la vida seguirá dándonos las bofetadas que necesitamos para que espabilemos de una vez, aprendiendo lo que ha venido a enseñarnos.
Los verdaderos obstáculos están en nuestra mente, no en la realidad. Ahí afuera solo encontraremos el reflejo de nuestras limitaciones mentales.
Todo el tiempo y la energía que dedicamos a cambiar aquello que no podemos transformar (la realidad externa) lo estamos malgastando para transformar aquello que sí podemos cambiar: la realidad interna, esto es, nuestra visión del mundo y nuestra actitud frente a nuestras circunstancias.
No son los políticos los que cambian nuestra vida. Somos nosotros, los ciudadanos. Y no con nuestro voto, sino con nuestras decisiones y acciones.
La crisis actual es una oportunidad para hacernos cargo de nosotros mismos. El cambio de mentalidad individual es lo que de verdad transforma la sociedad y el sistema.
Asumamos de una vez que la seguridad externa no existe. Y que hoy día no nos queda más remedio que elegir entre dos incertidumbres: la de esperar que otros resuelvan nuestros problemas o la de comprometernos con aprender a resolverlos por nosotros mismos.
Enlace al reportajeLa palabra “crisis” comparte la misma raíz etimológica que “crisálida”, la cual alude a la “metamorfosis” y a la “transformación”.
El cambio y la reinvención han dejado de ser una opción; se han convertido en una necesidad para poder adaptarnos y prosperar en la nueva realidad personal, social, política, laboral y económica emergente. Lo que está en juego es nuestra capacidad de evolucionar como individuos y como sociedad.
No hay nada que dure para siempre.
El mayor freno para cambiar es el temor a soltar lo que creemos que tenemos. En eso consiste precisamente salir de nuestra zona de comodidad. Algunos lo llaman “dar un salto al vacío”.
Tememos salirnos de la corriente y seguir nuestro propio camino. Tememos equivocarnos, fracasar y hacer el ridículo. Y tememos lo que la gente de nuestro entorno pueda pensar de nosotros.
Está todo por hacer. Todo por reinventarse.
Es hora de que mueran nuestras viejas creencias para permitir que nazcan las nuevas que están por venir. De ahí la importancia de cuestionarnos a nosotros mismos, cuestionando un sistema de creencias que dábamos por inamovible y completamente cierto.
En el fondo, es una invitación para hacer una pausa y reflexionar acerca del rumbo que está tomando nuestra existencia. Y a poder ser, decidir sabiamente el siguiente paso que hemos de dar para seguir evolucionando como especie y prosperando como civilización.
Toda crisis requiere que la afrontemos con honestidad y humildad. Por más que le duela al ego, hemos de mirarnos en el espejo y ser autocríticos.
Si no aprendemos de nuestros errores, tarde o temprano volveremos a cometerlos. La crisis seguirá latente en nosotros. Y la vida seguirá dándonos las bofetadas que necesitamos para que espabilemos de una vez, aprendiendo lo que ha venido a enseñarnos.
Los verdaderos obstáculos están en nuestra mente, no en la realidad. Ahí afuera solo encontraremos el reflejo de nuestras limitaciones mentales.
Todo el tiempo y la energía que dedicamos a cambiar aquello que no podemos transformar (la realidad externa) lo estamos malgastando para transformar aquello que sí podemos cambiar: la realidad interna, esto es, nuestra visión del mundo y nuestra actitud frente a nuestras circunstancias.
No son los políticos los que cambian nuestra vida. Somos nosotros, los ciudadanos. Y no con nuestro voto, sino con nuestras decisiones y acciones.
La crisis actual es una oportunidad para hacernos cargo de nosotros mismos. El cambio de mentalidad individual es lo que de verdad transforma la sociedad y el sistema.
Asumamos de una vez que la seguridad externa no existe. Y que hoy día no nos queda más remedio que elegir entre dos incertidumbres: la de esperar que otros resuelvan nuestros problemas o la de comprometernos con aprender a resolverlos por nosotros mismos.
Reportaje en pdf
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