Comparto con vosotros un texto publicado por Emma García en su blog coachemmagarcia.wordpress.com
Habitualmente las personas nos resistimos a los cambios. Es porque nos sentimos segur@s siendo lo que somos y hacemos lo que hacemos en la vida que estamos viviendo. Aunque no nos guste, porque detestemos nuestro trabajo, o sobrellevemos una aburrida relación, o no soportemos nuestro sucio o ruidoso barrio.
Todo esto forma parte de la vida que estamos acostumbrados a vivir. Nos quejamos pero no hacemos nada para modificar la situación. Nos creemos víctimas de las circunstancias. Una víctima carece de poder sobre sí misma, le ha cedido el control libre o involuntariamente a un tercero. A veces eso resulta cómodo, y nos atrapa en nuestra zona de confort.
El caso es que cuando pensamos en cambiar nuestra realidad, nuestra asustada mente racional enseguida nos manda mensajes sobre todos los riesgos que conlleva salirse de la zona de confort para adentrarse en terreno desconocido.
El caso es que cuando pensamos en cambiar nuestra realidad, nuestra asustada mente racional enseguida nos manda mensajes sobre todos los riesgos que conlleva salirse de la zona de confort para adentrarse en terreno desconocido.
Y si no lo hace nuestro pensamiento ya se ocupa de ello nuestro entorno.
¿Y si dejas el trabajo y no encuentras otro?
¿Y si tu próximo jefe es todavía peor?
¿Y ni no funciona ese negocio y te arruinas?
¿Y si no encuentras lo que necesitas?
¿Y si te dicen que no?
¿Y si dejas a tu pareja y te quedas sol@ el resto de tu vida?
¿Y si no le gustas a nadie?
Todos esos “y si…” tienen la misión de hacernos ver el lado negativo del cambio, para así mantenernos dentro de nuestra área de comodidad. Nos auto convencemos de que esas reflexiones son prudentes y necesarias para medir los riesgos.
Pero ¿acaso has valorado el lado positivo del cambio? ¿Has pensado que las cosas pueden salirte bien?
Sin embargo, a veces los riesgos de no cambiar son mucho mayores a los de cambiar.
Sin embargo, a veces los riesgos de no cambiar son mucho mayores a los de cambiar.
¿Te has planteado las consecuencias emocionales de seguir con el trabajo que aborreces, o si continúas con esa mortífera relación, o si no emprendes aquel negocio que te han propuesto, o pierdes aquel tren?
En igual medida continuar con los malos hábitos que dices que no puedes dejar tiene peores consecuencias que ponerte manos a la obra para combatirlos y transformarlos en buenos hábitos.
¿Cómo envejecerá tu cuerpo si no mejoras tu estilo de vida actual?
¿Cómo garantizarás tu bienestar y el de tu familia si no reinventas la forma de ganarte la vida?
¿Cómo mantendrás tu estado mental positivo si sigues pensando en negativo?
Vivimos en una sociedad que parece estar en estado de pausa, aletargada por su propia condición, esperando a que pase el temporal.
Mientras tanto, nos aferramos a nuestra vida de siempre, a nuestros hábitos adquiridos, a nuestras mismas ideas y a nuestras propias limitaciones.
Las oportunidades de hacer algo diferente y ser proactiv@s pasan a diario por nuestras vidas. Solo tienes que tener la mente abierta para verlas.
Seguramente muchas de las cosas buenas que puedan ocurrirte ni siquiera te las imaginas, porque aún no las conoces. Las nuevas oportunidades nos las entiendes porque te son desconocidas, por eso las dejas a pasar sin pensártelo dos veces.
Si no te arriesgas a conocer otras formas de vivir, de ganarte la vida o de relacionarte, tienes muchas posibilidades de estancarte y de bloquearte.
Has de dejar que la vida fluya a tu alrededor, no te resistas al cambio. Inclusive si las cosas te van bien, pues los cambios son refrescantes. Ya lo dice el refrán, renovarse o morir.
Muy cierto. En el libro "¿Quién se ha llevado mi queso?" ilustra en forma de fábula cómo los cambios afectan a nuestra vida, y cómo nuestra vida ha de adaptarse a los cambios. Es una simbiosis natural, y resistirse es nefasto.
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