domingo, 16 de enero de 2022

La verdadera causa del dolor está en la mente

En la siguiente reflexión Kenneth Wapnick comenta que tratar una enfermedad con la medicina puede aliviar sus síntomas, que son efecto. Pero no actúa sobre la verdadera causa que está en la culpa. Es decir, la curación o sanación está en la mente donde residen los pensamientos de culpa, normalmente inconscientes, que son la causa de la enfermedad.

Tienes dolor de cabeza y tomas una aspirina. El dolor de cabeza se va y te sientes mejor. No hay nada malo en sentirse mejor físicamente, pero la verdadera causa del dolor de cabeza persiste: la decisión de la mente de estar enferma, que hace real la culpa y la proyecta sobre el cuerpo. Sin embargo, si bien no hay nada malo en sentirse bien físicamente, hay algo erróneo en creer que el problema está curado cuando no lo está” (Kenneth Wapnick).

Todas nuestras culpas vienen de la culpa original oculta en las profundidades del inconsciente. Se generó hace tantísimo tiempo que es imposible recordarla. Fue el fruto de una decisión: nuestra idea de vivir en un mundo separado de la Fuente, del Amor que somos. Esa errónea y alocada decisión fue el origen de la culpa inconsciente que gobierna nuestras vidas. Aunque lo ignoremos, en cada instante estamos reviviendo esa decisión tomada y la culpa que generó nos corroe interiormente al creer que destruimos el mundo de felicidad y armonía del que gozábamos junto a la Fuente.
Fue justo en ese instante cuando decidimos implantar “un guardián de la separación”, el ego, al que le dimos una instrucción muy concreta: “tú serás el que nos mantendrá alejado de la Fuente”. Para ello fabricamos un universo (Big Bang) en el que tener una identidad individual y escondernos de la Fuente.

Si tenemos síntomas de enfermedad hay que tratarlos para sentirnos mejor. No obstante, si queremos curar el verdadero origen de esa enfermedad, que es el pensamiento de culpa en nuestra mente, podemos practicar el verdadero perdón que la puede eliminar. Si nos quedamos exclusivamente en tratar los síntomas de la enfermedad, la culpa que la generó permanece y volverá a manifestarse de nuevo en forma de enfermedad (culpa proyectada sobre nuestro cuerpo) o bien en nuestras relaciones (culpa proyectada sobre los demás).
En este fragmento Kenneth Wapnick lo matiza:

Esta es una declaración libre de ambigüedad. La enfermedad es culpa: cuando no hay culpa, no hay enfermedad. Puede haber una apariencia de enfermedad en términos de síntomas físicos o psicológicos, pero, sin culpa, tú, como mente, no te experimentarás enfermo. La enfermedad es culpa. Punto. No está definida por la forma o el síntoma, sino por el contenido de culpa proyectado en el cuerpo” (Kenneth Wapnick).

Según Freud, si no deshacemos la causa, esta permanece para generar otros síntomas. Mientras tengamos culpa inevitablemente tendremos múltiples síntomas.

lunes, 3 de enero de 2022

La ciénaga de la culpa me hace sufrir

El mundo exterior que veo y siento es un reflejo de mi mundo interno. Situaciones que me irritan manifiestan que hay una parte de mi mente no sanada que necesita amor.

Integrar esta idea es necesario para conocer, fundamentalmente a través de las relaciones, mi parte oscura inconsciente, la ciénaga de mi culpa. En vez de enjuiciar a esa persona por lo mal que me ha hecho sentir, asumo que eso viene directamente de mi interior, que es mío.

Tendría que darle las gracias ya que al golpear con un palo en mi ciénaga la ha removido y ha salido el apestoso lodo que me ha dado la oportunidad de conocer lo mal que estoy interiormente. Y en ese momento tengo dos opciones. La que habitualmente hago, que es arremeter contra esa persona, ignorarla o reprimir mis sentimientos de ataque / odio hacia ella con lo que el lodo volverá a la ciénaga y esa situación se repetirá tarde o temprano en mi vida con otros personajes que inconscientemente atraeré para poder proyectar mi culpa. Culpa que es el origen de mi sufrimiento e intento quitarme de encima a través de la proyección.

También puedo elegir tomar conciencia que eso que me ha molestado, en el fondo es mío, y decido practicar el verdadero perdón entregando la situación a mi parte más sabía, a mi Ser Superior, al Espíritu Santo o a Jesús, para que me aporten una nueva visión que me dará paz: “Quiero ver esto de otra manera, desde los ojos del Amor”. Cuando se me proporcione una nueva perspectiva, cambiará mi visión y ese lodo (culpa) saldrá fuera de mi ciénaga y no volverá a condicionar mi vida.

Este es un breve resumen del perdón, el camino del Amor y la sanación interior. Un proceso en el que voy paulatinamente retirando los lodos que enturbian mi Luz interior. Un camino en el que para avanzar necesito elegir de nuevo ante cada uno de mis pensamientos de ataque y juicio contra los demás, o contra mí mismo, que estoy haciendo de continuo. Un camino que me asegura la paz interior.