viernes, 25 de diciembre de 2015

Tuve un sueño

Y soñé que cada uno se ocupaba de sus asuntos, sin criticar ni enjuiciar a los demás.

También soñé que el anhelo de las personas era compartir. Tanto sus bienes materiales, como  el conocimiento y buen hacer. Y de esta manera cada uno aportaba lo mejor de sí enriqueciendo a los demás y a sí mismo. No había pobreza.

Era una sociedad en la que no existían regiones, países ni fronteras. Todos éramos ciudadanos del mundo sin importar razas, ni creencias.

Para elegir a los gobernantes lo hacíamos buscando aquellos que fueran más honestos, íntegros, equilibrados y sabios. Grande era la responsabilidad y el compromiso de los elegidos ya que ponían su vida al servicio del bien común.

A los niños se les educaba emocionalmente en las escuelas. Se les enseñaba que el sentido de la vida es compartir y servir.

Una sociedad en la que cumplir años era sinónimo de sabiduría y respeto. No había soledad en las personas mayores.

Era una sociedad basada en el amor, que es la esencia de todos y cada uno de los que la integran.

Al despertar me di cuenta que no estamos tan lejos de esto. Ya que bastaría con que cada uno aportara su granito de arena y ello llevaría a un cambio global.

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