sábado, 26 de octubre de 2013

No le hago ningún favor a nadie por el hecho que le ame

Comparto con vosotros fragmentos del libro “Creatividad y plenitud de vida” del psicólogo transpersonal Antonio Blay Fontcuberta.

Donde no hay amor, en este sentido de amor aceptado y expresado, hay temor. No olvidemos este principio: no podemos evitar el amor porque el amor es, junto con la inteligencia, junto con la energía, nuestra naturaleza. Todo el problema está en si yo acepto y doy paso a este amor“

“Es curioso que el amor plantee tantos problemas. Pues, si el amor es la cosa más bella, más agradable del mundo, ¿por qué se convierte en la que produce más disgustos, más tormentos, más conflictos? Evidentemente es porque no hemos aprendido a desarrollar, a aceptar, a dar paso inteligente al amor profundo que es nuestra naturaleza”

El amor tiene unos efectos extraordinarios en cuanto a transformación interna y externa de la persona”

Yo crezco en la medida en que yo amo, porque amar es extender mi conciencia propia de ser”

“El amor es lo que da color, lo que da gusto y alegría al vivir”

“El amor estimula todas las funciones internas del hombre. En primer lugar, las vitales. El amor aumenta la energía, la salud e incluso la capacidad de curación. Un grado profundo y elevado de amor tiene el poder de curar incluso cosas que son clínicamente incurables

El amor estimula la mente. Y lo hace en un grado extraordinario, dándole no sólo una mayor claridad, sino también una mayor facilidad para las ideas creativas”

“Otro efecto fundamental es que el amor, por ser un aspecto de mi naturaleza esencial, al expresarse satisface aquello que es la necesidad esencial de las demás personas. Cuando yo comunico amor, estoy comunicando aquello que las demás personas buscan con más interés, aquello que más necesitan, que más desean, aunque a veces no sean conscientes de ello”

“Hay varias formas del amor. En primer lugar, el amor, como todo lo que es humano, está sujeto a una evolución, a un desarrollo, así, pues, hay un amor relacionado con etapas de la vida.

Hay un amor infantil que se vive bajo la consigna de ‘todos para mí’, ‘todos a mi servicio’. Es la consigna del niño –relativamente hablando, pues tampoco esto es absoluto en el niño, aunque en él es predominante- que en él es perfectamente correcta, pero que en el hombre adulto es egoísmo, egocentrismo.

Sigue luego el amor de la fase, podríamos llamar edad, media o adulta, cuya consigna sería ‘yo  para ti igual que tú para mí’. Se trata pues aquí de un criterio de reciprocidad, ‘yo te amo en la medida en que tú me amas’.”

“Pero el amor puede ir mucho más allá. Puede ir hasta la última fase, que podríamos llamar fase sin edad, fase espiritual, en donde la consigna es amar gratuitamente, incondicionalmente, pero no sacrificando nada, sino simplemente porque yo soy amor, yo soy eso y expreso puramente mi naturaleza, y no le hago ningún favor a nadie por el hecho que le ame”

“Yo solamente puedo amar al otro con el amor que tenga yo. Si yo no desarrollo en mí el amor, que es mi conciencia mía de ser, yo no puedo amar a otro. Para amar a otro yo he de ser alguien que ame”

“En la medida en que yo voy viviendo más y más esa plenitud de ser, de felicidad, de poder, de comprensión, entonces el amar a los demás es absolutamente natural, algo que se hace sin disciplina, sin esfuerzo, sin sacrificio, porque es la expresión inevitable de esa plenitud, de esa comprensión”