viernes, 13 de agosto de 2010

Caminar por la vida


Comparto con vosotros un artículo de Emma García publicado en su blog coachemmagarcia.wordpress.com

Cuando nos disponemos a emprender un viaje lo primero que acordamos es el destino. Llegar a algún lugar es por tanto el sentido de cualquier desplazamiento.

¿Qué sentido tendría conducir nuestro coche sin saber a dónde ir, o subirse a un avión que no sabemos a dónde vuela? Ninguno, pues incluso cuando vamos a la aventura planificamos nuestra ruta.

Todo viaje tiene un destino. La vida es un viaje, y como tal ha de tener un rumbo, un por qué y un para qué. En definitiva es un viaje que requiere un corazón peregrino, un corazón que busca porque tiene sed, que está abierto a lo nuevo y que es dócil para confiar en su propio destino.

Pero resulta que la mayoría de las personas no saben hacia dónde van sus vidas, simplemente se dejan llevar. Y esto ocurre porque han apagado la llama de su pasión a base de una educación castrante  y de unas creencias limitadoras.

Entonces la sed de nuestro corazón se calma momentáneamente con diversos placeres que acallan transitoriamente nuestros sentidos, y dejamos de confiar en la Providencia para convertirnos en presas del miedo a lo desconocido. Entonces nos acomodamos y dejamos de caminar. ¿Quién querría subirse a un tren sin maquinista?
 
Sin embargo, algo en nuestro interior nos incita a seguir avanzando en un viaje interior hacia nosotros mismos. Solo así podemos encontrar la alegría y la dicha. A veces, necesitamos recorrer un camino real para entender con esta metáfora lo que significa el viaje de la vida.

Por eso, muchas veces surge en el ser humano la necesidad de peregrinar. En estos días, todos los caminos que llevan a Santiago de Compostela están repletos de jóvenes peregrinos (entre ellos mi hija), que buscan en mayor o menor medida un sentido a sus vidas, un diálogo consigo mismos, un billete hacia la felicidad.

En ese recorrido, más o menos largo, descubrirán que la meta es el encuentro. Algunos encontrarán lo que necesitan, otros no, pero seguro todos encontrarán su espíritu peregrino.

Un espíritu austero y generoso. También se darán cuenta que no peregrinan en solitario, que a su lado caminan otras personas que como ella se dirigen al mismo destino. En el camino surgirán malestares físicos, algunas ampollas, quizás agujetas o quemaduras por el sol, incluso sed y hambre… y sobre todo cansancio.

A veces les pesará demasiado la mochila, otras hasta las zapatillas. Incluso podrían sentir dolor y ganas de abandonar. También recibirán y darán ayuda, ánimo y apoyo, compartirán y cooperarán.

Todo esto es el reflejo del caminar por la vida, si ésta es vivida con sentido.

2 comentarios:

  1. La vida, en sí misma, es un viaje. A veces encontramos personas con las que compartimos ese viaje, otras veces nos despedimos, nos reencontramos... a veces tropezamos, otras descansamos, otras corremos, otras nos dejamos llevar...

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  2. Que lindo relato! la vida es un viaje como dice Rafael, sólo que a veces perdemos el norte, entonces es necesario parar, detenernos, contemplar, mirar -incluso- analizar... para re-ubicarnos y/o re-orientar nuestro camino.
    Un saludo

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