viernes, 25 de junio de 2010

Renovarse o morir


Comparto con vosotros un artículo de Emma García publicado en su blog coachemmagarcia.wordpress.com

Si algo es permanente en la vida es el cambio. En nuestra infancia y adolescencia el cambio es recibido como algo natural y deseado. Incluso en los primeros años de nuestra vida adulta nos aventuramos a cambiar con naturalidad y flexibilidad (de casa, de amigos, de ciudad o de país, de estudios o de trabajo, de aspecto, de pareja…)

Pero llega un momento en nuestra historia personal, quizás por agotamiento, que nuestra capacidad de adaptación empieza a mermar, de forma inversamente proporcional a nuestro apego, que cada día es más fuerte hacia los bienes materiales, las costumbres y rutinas, o el bienestar adquirido. 

Entonces queremos agarrar el pasado aferrándonos a aquello que perdimos, bien sea algún ser querido o un sueño roto, porque desapareció o lo dejamos partir…

A veces esa terquedad que nos dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, nos impide aceptar el presente como simple y pura evolución. Otras veces ocurre que nuestro anclaje es debido a la necesidad de remediar errores cometidos, consciente o inconscientemente, o elecciones equivocadas que nos trajeron a una situación no buscada ni deseada. 

Resulta que habíamos imaginado nuestra vida diferente, nuestros sueños eran otros, y por ello entramos en lucha con nuestro presente, simplemente porque no responde a nuestros moldes preconcebidos, porque no cumple con nuestras expectativas.

¿Y qué es lo que ha pasado? Quizás no importa, porque en el fondo las causas son irrelevantes hoy. Lo que sí es relevante y prioritario es vencer las barreras que nos impiden seguir avanzando. Barreras construidas sobre la rigidez, la intransigencia y la falta de aceptación.

Lo que es necesario hoy es reciclar nuestros fallos para convertirlos en aprendizajes y experiencias que nos sirvan para afrontar nuevos retos. No importa la naturaleza del cambio al que nos estemos enfrentando,  si personal, profesional o espiritual, o una combinación de todo, ya que nos está dando la oportunidad de construir nuestro futuro.

Sin riesgo no hay acierto.  

Debemos movilizarnos de nuestra zona cómoda para vencer nuestros miedos y resistencias, a favor de aceptar nuestra vida. Independientemente de las circunstancias desfavorables a las que nos estemos enfrentando, como no podemos hacer nada ya para cambiar las situaciones que nos han llevado a donde estamos, intentemos al menos actuar hoy sobre aquello que podemos influir y que determinará gran parte de nuestro mañana.

Si nos resistimos a cambiar, habrá fuerzas que nos desequilibrarán y nos llevarán a la deriva.

Si fluimos con la vida, protagonizando nuestro cambio, marcando nuestro rumbo, nos convertimos en responsables de nuestro destino. 

¿Asusta?

sábado, 19 de junio de 2010

La escalera de la vida


Comparto con vosotros el texto adaptado de un autor desconocido.

Imagina que estas frente a una gran escalera. Junto a ti está esa persona que es tan importante para ti y estáis fuertemente cogidos de las manos.

Mientras estáis en el mismo nivel todo es maravilloso. Pero de repente, tú subes un escalón, pero esa persona no. Esa persona prefiere mantenerse en el nivel inicial. Perfecto, no hay problema, aun así es fácil seguir cogidos de las manos.

Pero tu subes un escalón mas, y esa persona se niega a hacerlo, ya las manos han empezado a estirarse y ya no es tan cómodo como al principio.

Subes otro escalón mas, y ya el tirón es fuerte. Es incomodo y empiezas a sentir que te frena en tu avance. Pero tú quieres que esa persona suba contigo para no perderla.

Desafortunadamente para esa persona no ha llegado el momento de subir de nivel, así que se mantiene en su posición inicial.

Subes un escalón mas, y ahí si que es muy difícil mantenerte unido. Te duele y mucho. Luchas para que esa persona suba, para no perderla, pero ya no puedes ni quieres bajar de nivel.

En un nuevo movimiento hacia arriba viene lo inevitable, y te sueltas de las manos.

Puedes quedarte ahí y llorar tratando de convencerle de que te siga, que te acompañe. Puedes incluso ir contra todo tu ser y bajar de nivel con tal de no perderla. Pero después de la ruptura en el lazo, ya nada es igual, así que por mas doloroso y difícil que sea, entiendes que no puedes hacer mas que seguir avanzando y esperar que algún día vuelva a estar al mismo nivel.

Esto pasa cuando inicias tu camino de crecimiento interior. En este proceso, en este avance, pierdes muchas cosas: pareja, amigos, trabajos, pertenencias. Todo lo que ya no coincide con quien te estas convirtiendo ni puede estar en el nivel al que estas accediendo.

Puedes quedarte ahí y llorar tratando de convencerle de que te siga, que te acompañe. Puedes incluso ir contra todo tu ser y bajar de nivel con tal de no perderla. Pero después de la ruptura en el lazo, ya nada es igual, así que por mas doloroso y difícil que sea, entiendes que no puedes hacer mas que seguir avanzando y esperar que algún día vuelva a estar al mismo nivel.

Llega un momento, en tu escalera de la vida, que te conviertes en una mejor persona. Te quedarás solo un tiempo y duele, claro que duele, y mucho, pero luego, conforme vas avanzando te vas encontrando en esos niveles con personas mucho mas afines a ti, personas que gracias a su propio proceso de crecimiento interior están en el mismo nivel que tu y que si sigues avanzando, ellas también.

En esos niveles de avance ya no hay dolor, ni apego, ni sufrimiento. Hay amor, comprensión y respeto absoluto.

Así es nuestra vida, una infinita escalera donde estarás con las personas que estén en el mismo nivel que tu, y si alguien cambia, la estructura se acomoda.

Me costó mucho soltarme. Después de una fuerte ruptura seguía mirando hacia atrás, esperando un milagro, y el milagro apareció. Pero no de la manera en que yo hubiera imaginado. Apareció bajo otros nombres, otros cuerpos, otras actividades.

Perdí a una amiga y gané a veinte mas.
Perdí un mal trabajo y ahora tengo un excelente trabajo y con oportunidades de tener mas de lo que soñé alguna vez.
Perdí un coche que no me gustaba y ahora conduzco el coche de mis sueños.
Perdí a un hombre al que creí amar para darme cuenta que ahora lo que tengo en este momento de mi vida ni siquiera podía soñarlo hace unos cuantos meses.

Cada perdida, cada acontecimiento de la vida, es porque tiene que ser así.

Déjales ir y prepárate para todo lo bueno que viene a tu vida. Sigue avanzando y confía porque esta escalera es mágica y si no me crees ¿Por qué no lo compruebas por ti mismo?

Nadie puede aprender por ti.
Nadie puede crecer por ti.
Nadie puede buscar por ti.
Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer.

Nuestra vida no admite representantes.

sábado, 12 de junio de 2010

Vivir es un asunto urgente

Comparto con vosotros un video en el que el Dr. Mario Alonso Puig presenta su libro "Vivir es un asunto urgente".

Me encanta una de las frases que cita: "Genio se nace y a imbécil se llega"

Otras de sus frases son:

...Las personas solo cambiamos de verdad cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo...

...Las personas nos podemos reinventar día a día...

...Si queremos obtener distintas respuestas, hay que hacer distintas preguntas y sino tendremos las mismas respuestas de siempre...

...Se ha demostrado de forma repetida que cuando una persona, fundamentalmente en su día a día tiene una emocionalidad positiva, un fragmento de ilusión, de serenidad, de confianza, y eso lo cuida y lo mima durante el día, la capacidad de su sistema de defensa llamado sistema inmunitario,  para hacer frente a bacterias, virus y tumores, es sustancialmente mejor que cuando una persona se deja llevar de forma prolongada por la ira, por la desesperanza, el desaliento y la tristeza...

...El cortoplacismo en el que vivimos es tan absolutamente absurdo que o lo cambiamos o nos vamos a dar una bofetada...

...Si cada uno de nosotros hiciera un poquito, solo un poquito, para mejorar las cosas, en un tiempo las cosas serían totalmente distintas..."

...Como dijo Gandi, se tu el cambio que quieres ver en el mundo, empieza por ti...

domingo, 6 de junio de 2010

Proyecto de vida


Comparto con vosotros el texto que ha escrito mi amigo M. Strangways.

En una tira de Mafalda, el personaje de cómic creado por Quino, la protagonista pasea por una calle en la que unos operarios excavan afanosamente en la calzada. La niña se detiene y les pregunta: ‘¿Están buscando la felicidad?’, a lo que uno de los trabajadores le responde: ‘No, niñita, un escape de gas’. Mafalda continúa su camino y se hace la siguiente reflexión: ‘Como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante’.

En ocasiones, nuestra vida transcurre con la sensación de fondo de que no nos pertenece, como si no estuviéramos viviendo nuestra vida, sino una vida que de alguna manera nos parece impuesta, en la que estamos atrapados. Nos vemos inmersos en la vorágine de los acontecimientos cuando la situación en que nos encontramos exige nuestra atención o dedicación continua y casi total. Este esfuerzo se puede (y probablemente, debe) mantener hasta que se supera la urgencia, cambia la situación o se consigue el objetivo, pero como estilo de vida no tiene sentido. No debemos instalarnos ahí. Quizás, el momento de meternos en la cama y apagar la luz sea el único a lo largo del día en el que nos encontramos con nosotros mismos, y con suerte, si no estamos demasiado cansados o con la mente ocupada por otras cuestiones, podamos preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo? ¿Hacia dónde voy? ¿Es ésta la vida que quiero vivir? ¿Cómo es la vida que me gustaría vivir?

En otras ocasiones, no nos planteamos ninguna de estas preguntas, porque no hemos aprendido a hacerlo. Nos hemos limitado a vivir la vida que se esperaba, a fijarnos en lo inmediato y buscar la satisfacción de nuestros deseos. Nos hemos dejado llevar. Permanecemos distraídos por los abalorios de la civilización, bombardeados por lo irrelevante y externo. Atrapados en otra vorágine, la del ruido y la búsqueda de la distracción permanente, vivimos ajenos a la reflexión y no escuchamos la canción de la vida.

La esencia del ser humano se puede englobar en tres grandes ejes que se entrelazan entre sí como las hebras del ADN, la molécula de la vida: el cuerpo, la mente y el espíritu.

El cuerpo es la concreción física y experiencia más inmediata de nuestro ser, el espacio que habitamos, lo primero que vemos y mostramos. Quien se preocupa por su cuerpo vigila con qué productos se alimenta y cuánto necesita comer. Evita el consumo de sustancias dañinas o exponerse a ellas, reclama un entorno saludable. Ejercita su cuerpo, lo cuida y asea. Cuidar nuestro cuerpo nos hace sentir bien, más sanos y seguros, mejora nuestra calidad de vida. Muchas personas lo tienen en cuenta y no descuidan el ejercicio ni la alimentación sana, a pesar de la socorrida excusa de la falta de tiempo, la desidia o la pereza. Es el nivel más básico de nuestro cuidado como seres humanos.

La mente la desarrollamos a través de la curiosidad, cuando buscamos aprender, nos formamos e informamos, y ejercitamos las funciones de nuestro intelecto, pero también cuando no nos conformamos con creer lo que nos cuentan, aunque sean opiniones comunes o arraigadas. Una mente despierta evita que nos convirtamos en seres pasivos y sin juicio crítico, que seamos parte de una masa de autómatas. Dificulta la manipulación y el engaño. Cuando se nos dice algo, y en particular, cuando nos lo dice un poderoso desde un estrado, un púlpito, un medio de comunicación o un foro económico, debemos preguntarnos: ¿Esto es así? ¿Tiene sentido lo que dice? ¿Es creíble? ¿Por qué lo dice? ¿Es justo? ¿A quién beneficia? Pero la mente también nos hace disfrutar de la comprensión del funcionamiento de las cosas, de la creatividad apoyada en el conocimiento, del arte y la ciencia, permite el progreso tecnológico y nos hace la vida más cómoda. Aunque más personas cuidan de su cuerpo que de su mente, también hay bastantes personas que piensan. El poeta romano ya lo sabía: ‘una mente sana en un cuerpo sano’.

El espíritu es lo que no vemos, pero lo empapa todo. El espíritu nos permite reflexionar sobre las circunstancias de la vida, define nuestros valores, el propio sentido de la existencia, las bases de nuestras relaciones con los demás, descubre cómo somos y hacia dónde vamos, qué buscamos, qué nos hace bien y qué nos destruye. Nos obliga a escoger entre el egoísmo o la colaboración, el crecimiento o el enquistamiento, la creación o la destrucción. El espíritu nos lleva a definir cómo debemos actuar para vivir una vida plena, armoniosa, serena y creadora. Su campo es, por ejemplo, el de la filosofía.

Desde el espíritu se promueve el Proyecto de Vida. Sería nuestra Carta Magna, allí donde están escritos nuestros valores, que intentaremos aplicar y desarrollar a lo largo de nuestra existencia. Una persona completa cuida de su cuerpo y de su mente, pero además percibe, y comprende, que existe algo más allá de lo inmediato y material. Se concibe a sí misma como ser trascendente, encuentra un motivo y finalidad en su existencia, desea vivir de cierta manera. Por desgracia, el espíritu suele manifestarse más por su escaso crecimiento que por su vitalidad, ya que a menudo es la parte más descuidada de nuestra esencia. Ante las adversidades, los momentos difíciles, su precariedad se hace evidente. La falta de crecimiento espiritual, de un proyecto de vida, se expresa en la superficialidad y la vulgaridad, pero también en la ansiedad, el desánimo, el miedo, la desconfianza y la experiencia del sinsentido, síntomas de un fracaso existencial que con frecuencia se intenta tapar con medicamentos o adicciones, con la búsqueda de la riqueza, el poder o la fama como compensación a esa carencia, a menudo ignorada, en un intento de disimular un vacío que no se ve pero se siente.

Es importante encontrar el tiempo necesario para cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente. Pero sobre todo, debemos tener unos cimientos sólidos desde donde levantar nuestra existencia, y esos cimientos, paradójicamente, son etéreos, porque pertenecen al espíritu. Debemos aprender a conocernos a nosotros mismos, y eso con frecuencia lo aprendemos a través de cómo nos miran los demás, de cómo nos relacionamos con las otras personas y nuestro entorno, y sobre todo, cómo reaccionamos ante las dificultades. Ante los problemas no cabe la ira o la protesta, hay que buscar soluciones, y en ocasiones, aceptar el cambio sin más. Es importante saber en qué somos hábiles y en qué no, cuáles son nuestras zonas oscuras, dónde reside nuestra luz. Debemos considerar qué es aquello que hace que una vida, nuestra vida, pueda ser vivida en plenitud, se desarrolle y florezca; y del mismo modo, darnos cuenta de qué es lo que nos ata, nos hunde o no nos lleva a ninguna parte. Discernir qué cosas son verdaderamente importantes y qué cosas no lo son, por más que reluzcan atractivas o muchas otras personas las consideren primordiales. Debemos reflexionar, en suma, acerca de cómo queremos vivir y hacia dónde queremos ir, a través del descubrimiento e identificación con los valores fundamentales que nos permitan lograrlo.

La vida se parece a la navegación a vela. Si nos empeñamos en ir en línea recta a un sitio concreto, seguramente nos quedaremos clavados donde estamos, llegaremos a un lugar completamente diferente o naufragaremos si se desata una tormenta. Porque hay algo más grande que nuestra voluntad, que es invisible como el espíritu, y que sólo podemos definir en términos poéticos; aquí, por ejemplo: el Viento de la Vida, que sopla sobre todas las existencias.

En la vida, casi todo se debe aprender, pero una vez aprendido, se debe cultivar. Así debemos hacer también con nuestro espíritu. El hecho mismo de vivir, de existir, es un misterio, pero la travesía de la vida, en la que nos vamos a encontrar con jornadas plácidas, pero también con calma chicha y tormentas quizás peligrosas, requiere que seamos buenos capitanes. Es importante saber colocar bien nuestro aparejo y manejar el timón con destreza. Nos ayudará contar con el apoyo de expertos navegantes y saber rehuir a los incompetentes.

Si sabemos en qué dirección vamos y cómo manejar el barco de nuestra existencia, si sabemos adaptarnos a los vientos cambiantes, no importa a qué puerto lleguemos: será una buena costa. Pero sobre todo, será una buena travesía, porque sabremos disfrutar de los buenos momentos y estaremos preparados para aprovechar las oportunidades que se presenten. Y cuando se complique la navegación, porque en algún momento se complicará, sabremos mantener la calma y la mano firme sobre el timón, orientar las velas de nuestra embarcación con sabiduría. Éste es el Proyecto de Vida: una buena carta de navegación y el aprendizaje cultivado de los misterios del mar como metáfora de la vida, que nos lleva no a luchar contra el viento, sino a ayudarnos de él.