martes, 23 de febrero de 2010

La rueda de la vida

He leído La rueda de la vida, el último libro que escribió Elisabeth Kübler-Ross (1926 - 2004).

Más que una autobiografía, es un repaso y un retorno a los hechos de un tema que era tabú para nuestra sociedad: el momento del tránsito, la muerte, el despedirse de este mundo, de los seres queridos para adentrarse de nuevo en lo desconocido, en un salto a una dimensión de trascendencia.

A Elisabeth no le quedaron dudas: morir es tan natural como nacer y crecer, pero el materialismo de nuestra cultura ha convertido este último acto de desarrollo en algo aterrador.

Su mensaje es 'la muerte no existe', ya que la existencia continúa en otro plano de la realidad y la importancia de despedirse de los seres queridos al finalizar este 'corto' trayecto por la existencia en forma humana.

Me llaman mucho la atención estos párrafos del libro:

…Cuando hemos aprobado los exámenes de lo que vinimos a aprender a la Tierra, se nos permite graduarnos. Se nos permite desprendernos del cuerpo, que aprisiona nuestra alma como el capullo envuelve a la futura mariposa, y cuando llega el momento oportuno podemos abandonarlo. Entonces estaremos libres de dolores, de temores y de preocupaciones, tan libres como una hermosa mariposa, que vuelve a su casa…

...Todas las penurias que se sufren en la vida, todas las tribulaciones y pesadillas, todas las cosas que podríamos considerar castigos de Dios, son en realidad regalos. Son la oportunidad para crecer, que es la única finalidad de la vida....

…Las mayores satisfacciones en la vida provienen de abrir el corazón a las personas necesitadas. La mayor felicidad consiste en ayudar a los demás…

El libro acaba con la frase:
 
Lo único que vive eternamente es el amor

viernes, 19 de febrero de 2010

Todos necesitamos

Comparto con vosotros el texto publicado por Morri en vidapositiva.com

Un borrador, para borrar de nuestra historia todo lo que nos haga daño.

Un detergente, para quitar las manchas de las máscaras que usamos a diario.

Unas tijeras, para cortar todo aquello que nos impide crecer.

Un pájaro, para que nos enseñe a volar alto y cantar con libertad.

Una tinaja, para añejar el cariño y la madurez del amor.

Un frasco transparente, para conservar las sonrisas y sin tapa para escuchar su alegre sonido.

Unos lentes, correctores de la visión de la vida, que nos permitan observar con amor al prójimo y a la naturaleza.

Una ardilla, que nos indique como trepar por las ramas del árbol de la sabiduría.

Unas agujas grandes, para tejer sueños e ilusiones.

Un cofre, para guardar todos los recuerdos que construyen y dan vida.

Un cierre, que permita abrir la mente cuando se desee encontrar respuestas, otro para cerrar nuestra boca cuando sea necesario, y otro para abrir nuestro corazón.

Un rebobinador de películas, para recordar los momentos más felices en nuestras vidas.

Un reloj, para darle todo el tiempo al amor y al amar.

Los zapatos de la ética y la moral, para pisar firme y seguro por donde quiera que vamos.

Y una balanza, para pesar todo lo vivido y todo lo experimentado.